lunes, 14 de diciembre de 2015

Siete años sin Ramón Barce

 
I.
Hace siete años que falleció el compositor y académico Ramón Barce Benito (Madrid, 16/03/1928-14/12/2008).
Ahora pienso en lo mucho que le debo, en las fascinantes veladas que pasé con Ramón y su esposa, Elena, en joviales reuniones a las que se sumaban con frecuencia algunos otros de sus numerosos amigos, como Mariti (que tampoco está ya con nosotros) o los compositores Carlos Cruz de Castro y Agustín González Acilu. También, en los muchos momentos vividos en Asturias en cursos, conciertos o actos académicos de todo tipo, visitando el Prerrománico, en casa con mi familia, degustando la buena cocina de la tierra en compañía de Josep Soler y de la pianista Eulalia Solé; o en Olite, Granada, Alicante…
Se me viene a la cabeza el momento exacto en que lo conocí: entraba él en un aula de Extensión Universitaria —Gijón, verano de 1979—, seguido de una glamurosa joven que resultó ser Elena Martín. Ese año y el siguiente Ramón estuvo ayudando a Emilio Casares en la coordinación de los cursos estivales que proporcionaron la materia prima para el libro 14 compositores españoles de hoy, pionero en el género de los autoanálisis de los nuevos creadores musicales.
Por eso, cuando el profesor Casares me comentó que tal vez podría realizar mi tesina sobre Ramón Barce (pues había advertido mi admiración y afinidades de gusto y de inquietudes con el maestro), creí que me estaba leyendo el pensamiento. De hecho, había fantaseado con esa posibilidad y aquella sugerencia fue como un regalo.
Ramón me atendió con absoluta entrega. No hablábamos mucho de su música. Creo que era un punto pudoroso en este terreno y no quería imponer una visión de su actividad compositiva. Yo le pedía materiales, los estudiaba y posteriormente comentaba con él cuestiones de fondo, más que de detalle. Coversábamos mucho de literatura y de otros mil asuntos. De esa manera me fui situando en las coordenadas adecuadas para concluir la tesina en 1982, convertida al año siguiente en mi primer libro.
No es mi intención glosar su figura (ya lo he hecho en muchos otros escritos) sino simplemente recordarlo y compartir ese recuerdo con quien se acerque a este blog. Para ello he seleccionado dos fragmentos del artículo “Inventario de la lucidez: Ramón Barce (1928-2008)”, literalmente redactado entre lágrimas.
Sirvan estas líneas —que también van dedicadas a Elena, por derecho propio— de pequeñísima ofrenda a quien fue un artista benéfico e imprescindible en la música española de la segunda mitad del siglo XX.

II.
“Ahora es el peor momento de mi vida, que no puedo entender sin Ramón después de tantísimos años”. Éstas eran algunas de las palabras que Elena Martín, viuda de Ramón Barce, escribió al autor de estas líneas el 28 de febrero de 2009, en una carta llena de dolor y de desesperanza. Procede citarlas aquí porque, aunque sea en una medida no comparable, hay muchas personas que aquel frío 14 de diciembre de 2008, domingo, sintieron que surgía un vacío irreparable con el fallecimiento del compositor.
Sin él, la viuda apenas se puede explicar su propia vida y, sin su trayectoria vital y artística, tampoco se pueden comprender muchos de los avatares de la música española en los últimos cincuenta años. Y procede, en fin, citarlas, con más motivo al comienzo de este trabajo, precisamente en reconocimiento a Elena Martín (esposa, amiga, médica de cuerpo y alma, retratista de cámara –de cámara al quite- y musa tutelar), porque sin ella, dicho sea con toda claridad, Ramón Barce no hubiera sido el mismo, ni igual de feliz; y, sin duda, nos hubiera dejado mucho antes.
Reconozcámoslo: Átropo no deja nunca su trabajo sin hacer (así nos lo recuerda la estremecedora Déploration de Josquin por la muerte de su maestro Ockeguem, con texto de Molinet), pero también es cierto, como apuntó Horacio, que los grandes hombres nunca mueren del todo y que incluso siguen creciendo con el recuerdo y la admiración de quienes le sobreviven.
 
III.
Barce teorizó en un texto inédito, titulado Inventario, sobre la necesidad de un “inventario universal”. Escribe el compositor: “Falta, en la investigación humana, una relación completa de las cosas existentes”. Se queja Barce de lo poco que sabemos: ni siquiera hay datos fiables para el número de personas del planeta. A veces, ironiza el compositor, tenemos datos concretos sobre especies en extinción, pero “nadie, en cambio, puede saber cuántos gorriones viven hoy en Europa”.
Este preámbulo jocoso lleva a cuestiones mucho más complejas acto seguido: la determinación de la unidad, incluyendo los objetos no materiales, los problemas de la individuación, los objetos innecesarios, los poliobjetos (relacionables con el kitsch), la superación de los simples niveles estadísticos (siempre cuestionados por el hecho cualitativo), entre otras docenas, tal vez cientos, de asuntos.
La cantidad de nuevos temas, derivaciones y ramificaciones que salen de cada uno de estos conceptos es tal que hay algo de kafkiano en el lento avance hacia conclusiones claras y sólidas. Analizar un texto de semejante tamaño y problemática, incluyendo lo que pueda haber de literario en el mismo, no es de ningún modo el objeto de estas líneas, pero queríamos citarlo como un asunto, un tanto enigmático, muestra contundente de su alta capacidad especulativa, que acompañó al compositor durante muchos años, si bien en los últimos ya lo consideraba como cerrado y se estaba planteando su edición.
Como nos indicó Elena Martín: “Yo creo que inventariar no es el paso previo para nada posterior, es solamente una forma de situarse para ir tejiendo reflexiones”.
Por nuestra parte, nos empieza a parecer que es más fácil realizar el cómputo de los gorriones europeos que deconstruir a Barce, el maestro poliédrico, el que supo conjugar comunicación, dramatismo, humor, expresividad, minimalismo “avant la lettre” (como decía Llorenç Barber) y trascendencia sin concesiones, con la naturalidad de los clásicos, de los líderes y de los verdaderos maestros.
  


Fotos:  
Los Barce, el día de su boda. (Foto de Ángel Medina).
Placa en la casa de la Calle Mayor (Fotos cortesía de Elena Martín). 

Parcialmente extractado de Ángel Medina: “Inventario de la lucidez: Ramón Barce (1928-2008)”. Cuadernos de Música Iberoamericana, 17, pp. 7-22, ICCMU, 2009. Disponible en academia.edu




3 comentarios:

  1. Fue mi profesor de Literatura en el Instituto Lope de Vega y nunca le olvidé.Era sabio,ameno,gran conversador,jovial,...un lujo de persona.

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