jueves, 30 de junio de 2016

Thomas Schmitt y la guitarra de cinco órdenes

La interpretación informada históricamente tiene una veta de mucho interés en el repertorio para guitarra de cinco o seis órdenes. Y en este ámbito hay ya una serie de guitarristas de calidad contrastada. Uno de ellos es Thomas Schmitt. Y resulta un caso reseñable porque no sólo es una autoridad como intérprete sino también como investigador en todo lo referente a la guitarra de órdenes. ¿Cómo no acordarse, por ejemplo, del disco titulado De gusto muy delicado (La Mà de Guido, 2011), monográficamente dedicado a la música española del siglo XVIII para guitarra de seis órdenes, donde se incluyen varias primeras grabaciones de piezas de Vargas y Guzmán, primer tratadista de este tipo de guitarra, que estuvo activo en Cádiz y Veracruz en 1773 y 1776 respectivamente?.
No sobra recordar que el concepto de “orden” no equivale al concepto de “cuerda”, aunque eventualmente se usen de manera indistinta en las fuentes. Pero en puridad los órdenes son agrupaciones de cuerdas, normalmente en grupos de dos, pero también a veces en grupos de tres. Así que cuando aludimos a una guitarra de cinco órdenes, solemos referirnos a una guitarra que tiene en realidad diez cuerdas distribuidas en cinco grupos de dos. Este sistema de órdenes sigue vigente en las bandurrias de las tunas, entre otros instrumentos.
Pero en la práctica cotidiana hay mucha variedad. Era muy normal que por lo menos el primer orden fuese simple, es decir, formado por una sola cuerda para clarificar el punteo. Y hay otras combinaciones hasta que la guitarra llega a ser el instrumento de seis cuerdas que todo el mundo conoce.
Hoy traemos a este blog el último disco de Thomas Schmitt. Se titula Música dels segles XVIII i XIX per a guitarra de 5 ordres y está editado por La Mà de Guido (2016). Thomas Schmitt utiliza una guitarra de cinco órdenes construida por José Ángel Espejo (Madrid, 1992) según modelo de Stradivarius.
El disco muestra un fenómeno curioso. En los libros de carácter general el proceso evolutivo de la guitarra suele presentarse de manera muy lineal: guitarra de cinco órdenes, guitarra de seis órdenes y finalmente guitarra de seis cuerdas, con su propia evolución constructiva. Pero este investigador y guitarrista nos muestra que la guitarra de cinco órdenes (que ya tenemos desde el siglo XVI plenamente formada) no sólo es la reina del siglo XVII y de la primera mitad del XVIII, sino que convive con la guitarra de seis órdenes, que se estila a fines del XVIII, incluso con la menos frecuente de siete y, lo que es más notable, sigue existiendo en pleno siglo XIX al lado de la guitarra de seis cuerdas romántica o moderna. Creo recordar que el manual de Carles Amat para guitarra de cinco órdenes se editó repetidas veces desde fines del XVI hasta el siglo XIX incluido.
Un detalle que el guitarrista destaca en sus notas de la carpeta del CD es que el repertorio guitarrístico en torno a 1800 todavía sigue siendo, en buena medida, poco más que una mercancía que hay que vender, sin cargarla de conceptos sublimes sobre el arte, la creación y el genio, que tan en boga iban a estar desde entonces en otras esferas de la actividad musical.
Por esta razón, las partituras que se editaban estaban pensadas para resultar adecuadas a diversas combinaciones instrumentales. Una pieza para dos guitarras valía para ser tocada por una. Las piezas para guitarras de seis órdenes se ejecutaban en guitarras de cinco con algún que otro apaño para reubicar las notas del sexto orden, o a la inversa. Y cosas así. Es decir, había que conseguir que el producto fuese versátil y que la oferta pudiese interesar a cuantos más mejor.
Naturalmente, el talento de los compositores permitía que incluso con este sistema de mercado tan poco idealista, apareciesen obras realmente magníficas como algunas de las seleccionadas por Thomas Schmitt en este CD. De hecho, la Grande sonate de Lhoyer, que abre el disco, tiene unas variaciones como segundo tiempo que son palabras mayores.
Consciente de la práctica verdaderamente desprejuiciada de aquella época, Schmitt no duda en adaptar piezas de Ferandiere y Arizpacochaga para guitarra de cinco órdenes, cuando en realidad están escritas para la de seis. Y es porque, como el propio intérprete ha analizado, la melodía importa más que el tipo de movimientos del bajo y con algunas licencias se obtiene un resultado perfectamente válido y acorde con los usos de la época. Del mismo modo propone una versión de una sonata de Doisy sólo para guitarra, prescindiendo del violín, expresamente opcional. Y, por cierto, es la primera vez que se graba.
Piezas como el sugerente Minuetto afandangado de Castro de Gistau (que hibrida dos formas marcadas a fuego en la sensibilidad de los melómanos de esas décadas) y otras de Lhoyer o Pierre Jean Porro completan la cuidada selección que Thomas Schmitt nos ofrece en este nuevo CD. Escuchamos un repertorio que circulaba en versiones escritas en música y a veces también en cifra, pues la clave era que el producto se moviese, que pudiese contentar a los más exigentes y a los aficionados destacados. 
Con música como ésta nos salimos del canon, del museo o del gran repertorio, para adentrarnos en los territorios vivos de la práctica cotidiana, de la música que se podía escuchar en los ambientes selectos de los salones pero que podía ser interpretada igualmente en el ámbito doméstico por las personas suficientemente formadas en el arte de la guitarra española.
No pretenden ser estas líneas una recensión del disco sino tan sólo una noticia o, a lo más, un comentario surgido ante el buen hacer de este colega musicólogo y magnífico intérprete. Con todo, no está de más reconocer que Thomas Schmitt toca con un sentido del tempo muy equilibrado. No cae en ese gusto por la velocidad que es toda una epidemia en la interpretación de la música antigua y que le ha hecho ironizar a Nicholas Cook no poco al respecto, como si Strawinski hubiese influido en Vivaldi. Su criterio permite que su fraseo sea siempre muy natural, cómodo, sutilmente estilizado y humanizado por un delicado sentido de la flexibilidad del tempo de base cuando algún proceso musical (una semicadencia, por ejemplo) así lo aconseja.
Esta claro que al interpretar las obras de los autores citados, franceses y españoles a caballo entre los siglos XVIII y XIX, Thomas Schmitt nos desvela una realidad que pocos conocen y que es como un tesoro dentro del fascinante mundo de la guitarra de órdenes. Escribe el guitarrista que espera “poder aportar con esta grabación un elemento más, aunque sea mínimo, a la comprensión y estimación adecuada del pasado”. Es obvio que lo ha conseguido con creces.

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