jueves, 26 de enero de 2017

De música, ruedas y manivelas

El pitagorismo articuló las bases de una doctrina cosmológica y musical que se mantendría, con diversos cambios y añadidos, hasta el siglo XVII. Según esta teoría, el cosmos es un perfecto engranaje sonoro, una máquina musical que Boecio la llamó machina coeli (máquina del cielo).
Lo interesante de esta maquinaria musical y celeste es que se sitúa por encima del hombre con una cualidad de suma perfección que se afirma desde los pitagóricos hasta Newton y de cuya coaptio, o conjunción, Boecio decía que “no cabe concebir nada más exacto y proporcionado”.
El hombre y su música son débiles reflejos de esa música sin mácula producida por la maquinaria celestial. Una música, por cierto, que no se oye porque estamos acostumbrados a ella desde que nacemos, según unos autores, o por la “pequeñez de nuestra naturaleza”, como afirmó Porfirio, quien, sin embargo, concede a Pitágoras, en virtud de su grado supremo de sabiduría, la facultad de oír el cielo.
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Descendamos ahora de esa maquinaria ideal hacia terrenos más reales. Los tratados de máquinas nos ofrecen diversas taxonomías en función de la fecha de su redacción. Así, encontramos máquinas simples, hidráulicas, neumáticas, eléctricas, electroestáticas, electromagnéticas (dínamo y magneto) y máquinas electrónicas. Curiosamente, la música puede tener relaciones con todos estos tipos de máquinas y esa sería una manera de enfocar el asunto que nos ocupa.
Desde una perspectiva no ya evolutiva en el plano tecnológico, sino más puramente física, tenemos otras clasificaciones. En el hermoso tratado sobre las máquinas que los españoles José María de Lanz y Agustín de Betancourt redactaron y publicaron bajo los auspicios de la Escuela Imperial Politécnica de París, en 1808, se nos explican los diversos tipos de movimientos cuyo aprovechamiento constituye el principio de toda máquina. También aquí podríamos establecer un buen número de paralelismos con la tecnología de los ingenios musicales. Pero nos detendremos solamente en un ejemplo. 
La ilustración parte del cuadro de máquinas elementales de dicho tratado (Essai sur la composition des machines, de Lanz y Betancourt, 1808).. En concreto, representa máquinas que funcionan mediante movimiento rectilíneo continuo-circular. En el ángulo superior izquierdo vemos una manivela que, conectada a un rodillo, facilita la elevación de un peso. La manivela y el rodillo o la rueda son máquinas elementales. Pero las historias generales sobre las máquinas son unánimes al señalar que el giro de la manivela implica una serie de dificultades psicomotrices que probablemente expliquen la pervivencia hasta la Edad Media de mecanismos mucho más toscos en diversos utensilios de la cultura material.
De manera que lo que hoy situamos entre las más elementales de las máquinas, tuvo en los comienzos de su uso en Occidente un prestigio y un status de tecnología sofisticada que no podemos perder de vista. No es de extrañar entonces que algunas representaciones medievales del orden cósmico se nos ofrezcan bajo la forma de una máquina simple. En el siguiente ejemplo tenemos un detalle de una miniatura del siglo XIV donde un ángel mueve la rueda del mundo con el dispositivo que estamos comentando.
 Es precisamente la forma circular de la rueda y el uso de manivela lo que caracteriza a un instrumento como el organistrum, que en la Edad Media es un instrumento de fuerte carga simbólica y de manifiesto uso especulativo. La conocida escena de dos de los ancianos del Apocalipsis tocando el organistrum en lo alto de la arquivolta del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago, uno atento a la manivela y otro a los tiradores que dividen las cuerdas en los intervalos correctos, medievaliza (actualiza, diríamos mejor, desde la óptica del maestro Mateo) el mensaje bíblico de los veinticuatro ancianos tocando las cítaras de que nos habla el Apocalipsis.
El organistrum recorre el camino de Santiago y despunta por su tecnología y simbolismo. Hasta el punto de representar puntualmente en la tratadística y en la iconografía a la misma Música entendida como disciplina académica y arte liberal. Un manuscrito del Hortus Deliciarum de Herrada de Lansberg lo incluye como uno de los atributos específicos de la Música en el marco de las siete artes liberales.
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Ese rodar, rodar y rodar, como nos dice la canción, es símbolo de la propia vida. Así se deduce de las inscripciones que, jugando con los distintos tiempos verbales (reino, reinaba, reiné, reinaré, distribuidas por cuadrantes en el sentido de las agujas del reloj) acompañan con frecuencia a las representaciones de la rueda de la fortuna y nos indican el continuo ir y venir y el obsesivo retorno de las mismas realidades en la maquinaria del mundo; o, con otro sesgo, en la derivación de la misma rueda por el lado pesimista, como se ve en la danza de la muerte que nos sirve, en algunas iconografías, el girar siniestro de una zanfona, igualmente dotada de rueda y de manivela y accionada por la propia Muerte.
Jean Gerson, el famoso místico francés de fines de la Edad Media, ideó un instrumento músico-simbólico llamado canticordo del peregrino que consiste en una cruz aspada en cuyos extremos se sitúan las cuatro direcciones, cuatro vocales llenas de connotaciones morales y una serie de sonidos, dejando para el medio la letra I, en representación de la inicial del nombre latino de Jesús (Iesus) a modo de dinámico y salvífico motor perpetuo de tan singular instrumento músico-simbólico.
Siempre la metáfora de la rueda celeste en todos estos ingenios e instrumentos reales y místicos. La verdad es que estas máquinas simples que son las manivelas asociadas a la rueda o al movimiento giratorio han acompañado la práctica musical hasta nuestros días. Repárese en el espiritual eolífono o máquina de viento; piénsese en la ululante e industrial sirena, en el organillo madrileño, chulescamente accionado con el codo, en ciertas carracas, algunas de ellas de tremendas resonancias religiosas o en el mismísimo manubrio de la vieja victrola cantada por el tango.

Ilustración de la cabecera: carraca del Gabinetto armonico de Bonnani.

Texto completo y referencias en Angel Medina: “Espejismos de la tecnologia musical”. Música oral del Sur. Revista internacional, 4, pp. 97-112, 1999.

Disponible en:
http://www.centrodedocumentacionmusicaldeandalucia.es/opencms/documentacion/revistas/articulos-mos/espejismos

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